Liderar sin romperse: el desafío silencioso de muchas mujeres y una invitación a repensarlo todo

Durante años, el discurso sobre el liderazgo femenino se centró en conquistar espacios, romper techos de cristal, alcanzar la mesa chica. El esfuerzo, el mérito y la visibilidad fueron ejes de una narrativa poderosa pero, muchas veces, insuficiente. Porque hay algo más profundo que todavía permanece poco dicho: el precio íntimo de ese liderazgo, el costo silencioso que pagan muchas mujeres al intentar sostenerlo todo -el trabajo, la familia, las expectativas- sin espacio para detenerse a pensar en sí mismas.

Según datos del informe “Panorama Laboral” de la OIT para América Latina, la participación de las mujeres en el mercado laboral sigue siendo inferior a la de los varones por más de 20 puntos porcentuales. Pero incluso entre quienes acceden a cargos de responsabilidad, el dilema no desaparece: una investigación reciente de McKinsey reveló que el 42% de las mujeres en roles de liderazgo dicen estar agotadas emocionalmente, frente al 32% de sus colegas varones. La tensión entre el deber ser y el deseo propio parece persistir incluso en la cima.

Para Natalia González Amato, fundadora de la comunidad profesional femenina Cada Una, parte del problema radica en que “las mujeres nos atraviesa la culpa. Esta cosa del mandato femenino está escrita, está guionada por alguien que no fuimos nosotras, con una vara muy alta que está un poco torcida”. En una reciente entrevista, contó que muchas veces la carrera avanza, pero algo falta; que hay mujeres que lideran equipos y proyectos, pero no encuentran tiempo ni claridad para pensar qué quieren para sí mismas. “Creo que hay obstáculos propios y obstáculos sociales y culturales dentro de las estructuras”, explicó.

Natalia González Amato

González Amato sabe de lo que habla. Antes de fundar Cada Una, construyó una sólida carrera internacional en empresas multinacionales. En 2019, AdAge la reconoció como una de las “Leading Women” de América Latina. Pero fue recién tras su maternidad que empezó a notar el desajuste entre el ritmo corporativo y las necesidades personales: “Cuando fui mamá, me di cuenta de que no podía seguir al ritmo que esas empresas proponían. Tuve que negociar conmigo misma: cuánto descanso necesito, cómo alimento a mi bebé, cómo trabajo sin dejarme al margen”.

De esa experiencia vital nació la iniciativa que lidera hoy y que, entre otras acciones, organiza encuentros, masterclasses y espacios de formación para mujeres que buscan reconectar con su propósito. La más reciente de esas propuestas es el “Summit Íntimo de Liderazgo Femenino”, un retiro profesional que se realizará entre el 22 y el 24 de agosto en El Colibrí, una estancia boutique ubicada en la provincia de Córdoba. Se trata de una experiencia inmersiva y transformadora destinada a mujeres que sostienen equipos, decisiones, familias y futuros… pero que muchas veces no encuentran un lugar para sí mismas.

“No es un retiro más”, anticipan desde la organización. “Es una pausa intencionada para mujeres que están liderando su vida con coraje”. Durante tres días, en un entorno natural, con cupos reducidos, se realizarán actividades de introspección, ejercicios de liderazgo consciente, prácticas corporales, conversaciones reales y espacios para diseñar decisiones importantes tanto personales como profesionales.

“Creemos en los encuentros con propósito”, señala el equipo de Cada Una. Y eso implica que, antes de confirmar la participación, cada interesada tenga una entrevista previa para asegurarse de que la experiencia tenga sentido en su momento vital. “Muchas llegan con ideas pero sin espacio para pensarlas. O sintiendo que algo tiene que cambiar, pero sin saber por dónde empezar”, explican. Lo que se llevan, dicen, es claridad, herramientas concretas y, sobre todo, una red de apoyo.

En ese sentido, González Amato insiste en que la transformación también requiere autoconocimiento y valentía. “No todo se le puede pedir a la parte externa. Hay una parte de negociación con una misma. Definir qué es lo que querés y cómo podés trabajar para que eso esté en sintonía”. En sus palabras, no se trata de balancear lo profesional y lo personal como si fueran dos mundos enfrentados, sino de integrarlos desde una fórmula propia: “Esta es mi fórmula, esto es lo que me sirve a mí y esto es lo que yo quiero, sin importar las voces externas”.

El summit es apenas una de las iniciativas que impulsa Cada Una, pero tal vez la más simbólica. En lugar de una capacitación técnica o un curso acelerado de liderazgo, propone parar el reloj y mirar hacia adentro. No para detenerse, sino para ver con más claridad. Es, en sus propias palabras, “un espacio lejos del ruido, cerca de lo esencial. Entre mujeres que saben lo que es sostener, y también lo que es dudar”.

El concepto del “maternity wall”, ese muro invisible que detiene el crecimiento profesional de muchas mujeres después de ser madres, aparece una y otra vez en sus charlas. Y con él, la idea de la penalización de la maternidad: menores salarios, menos oportunidades, más exigencia. Para González Amato, visibilizar esas dinámicas es un paso clave. Pero también lo es trabajar en la propia confianza: “Las mujeres no nos creemos lo que hacemos. No sabemos vender nuestras ideas internamente. Liderar también es hacer visible nuestro trabajo”.

El retiro de Córdoba no promete fórmulas mágicas. Lo que ofrece es un tiempo y un espacio para revisar preguntas que muchas mujeres líderes postergan por años. Qué quiero hacer con lo que sé. Cómo puedo liderar sin perderme. Qué decisiones necesito tomar para estar mejor.

En una época marcada por la aceleración, por la hiperproductividad y por la idea de que hay que estar en todo, esta propuesta tiene algo contracultural: la invitación a parar. A reelegirse. A pensar, por fin, en una misma.

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