La industria vitivinícola argentina atraviesa un momento de contrastes: mientras el consumo mundial de vino se retrae y los stocks crecen, el sector sigue siendo uno de los principales motores de empleo en las economías regionales. En provincias como Mendoza, San Juan, Salta y Río Negro, la vendimia continúa marcando el pulso del trabajo local, con demanda sostenida de mano de obra y oportunidades para nuevos perfiles especializados.
Un sector que sigue generando empleo, pero necesita más manos calificadas
La vitivinicultura requiere gran cantidad de trabajadores en cada ciclo productivo, lo que la convierte en una fuente clave de empleo estacional. Los puestos más buscados siguen siendo operarios de finca y de bodega, pero también hay una alta demanda de personal con oficios técnicos, como clarkistas, mantenimiento, control de calidad, mecánicos, electromecánicos y visoristas.
Sin embargo, los perfiles especializados siguen siendo los más difíciles de cubrir. La falta de formación específica y la escasa renovación generacional son desafíos que se repiten año tras año. En ese marco, Adecco impulsa programas de capacitación como la Escuela Adecco, que entrena trabajadores directamente en las empresas del sector, buscando profesionalizar la actividad y formar nuevas generaciones de talento local.
Certificaciones y nuevos oficios: los requisitos que marcan la diferencia
Con el foco puesto en la calidad y la seguridad alimentaria, cada vez más bodegas exigen que sus trabajadores cuenten con el Carnet de Manipulación de Alimentos, un documento obligatorio para quienes intervienen en cualquier etapa de la producción. Este carnet, válido en todo el país, tiene una vigencia de tres años y un valor que ronda entre $6 mil y $10 mil, dependiendo del municipio.
Además, Adecco identifica entre los perfiles más solicitados a operarios especializados, personal de fraccionamiento, maestranza, clarkistas con carnet E2 vigente, jardineros, descube, enólogos e ingenieros agrónomos.
Desde la consultora resaltan que este tipo de calificaciones y certificaciones se transforman hoy en una ventaja competitiva tanto para los trabajadores como para las bodegas, que buscan sostener estándares de excelencia en cada etapa de producción.
El desafío de atraer y retener talento en un sector clave para las economías regionales
El sector enfrenta dos brechas estructurales: la educativa, por la limitada formación técnica disponible, y la salarial, ya que los sueldos aún se ubican entre los más bajos dentro de las industrias rurales. Pese a eso, algunas bodegas comienzan a ofrecer beneficios no monetarios como vivienda, transporte o alimentación en zonas alejadas, con el objetivo de retener talento y mejorar la calidad de vida de sus trabajadores.
En paralelo, crece la participación femenina en puestos operativos y técnicos dentro de las bodegas, mientras que la inserción de jóvenes aún representa un desafío. “La vitivinicultura combina tradición, identidad regional y una enorme capacidad de generar empleo. El desafío está en profesionalizar el sector, reducir la informalidad y crear condiciones más atractivas para los trabajadores, garantizando así su proyección sostenida en el tiempo”, destaca Alfredo Nicolás Spampinato, Gerente División Vitivinícola de Adecco.

Un futuro que se sostiene en la capacitación y el desarrollo regional
Aunque el trabajo manual sigue predominando, las bodegas incorporan cada vez más tecnología y maquinaria de última generación. Esto abre la puerta a nuevas oportunidades laborales para perfiles técnicos y especializados.
De cara al futuro, el ritmo de actividad del sector se mantendría gracias al ciclo productivo y al desarrollo de nuevas regiones vitivinícolas, siempre condicionado por la competitividad internacional y la capacidad de posicionar al vino argentino como símbolo de calidad y empleo regional.